Ellos tendrán los mil fallos que queramos atribuirles, pero no le podemos quitar la armonía con la que viven entre ellos, como celebran y gozan delante del Altísimo, en este aspecto admiro y envidio a el pueblo judío, ojala algo de ese sentir se nos impregne a muchos. Ya que en muchas de nuestras iglesias se respira un aire rancio de tristeza y depresión.
Sal: Lc 1,46-50.53-54: “Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador”
Hermanos:
Estén siempre alegres. Oren constantemente. Den gracias en toda ocasión, pues esto es lo que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús.
No apaguen el fuego del Espíritu; no desprecien el don de profecía; sino examínenlo todo.
Y quédense con lo bueno.
Guárdense de toda clase de maldad. Que el mismo Dios de la paz los santifique totalmente, los conserve íntegros en espíritu, alma y cuerpo, y sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Él, que los ha llamado, es fiel y cumplirá sus promesas.
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